Joanna MACY

Fragmento del libro: A Buddhist Response to the climate emergency

Editado por John Stanley, David Loy y Gyurme Dorje

Wisdom Publications, 2009

Publicado en este blog con el permiso de la editorial Wisdom Publications

 

Darle completa atención a los peligros que confronta nuestro mundo, invita a una tensión casi insoportable. Es la tensión entre ver la magnitud de estos peligros – tales como el caos climático, la extinción masiva, actividades bélicas nucleares – y nuestra inadecuada respuesta a ellos. Requiere valor resistir estas tensiones, sin embargo, debemos hacerlo. Ser suficientemente consciente y actuar responsablemente, requiere estar consciente de la posibilidad de fracasar.

En mi trabajo en los movimientos por el medio ambiente, la paz y la justicia, comparto mi convicción de que las prácticas espirituales pueden proveer de la fuerza moral para ver las cosas como son. Es mi experiencia que una base espiritual, especialmente el Budadharma, puede evitar que nos cerremos o sucumbamos a las ilusiones. Practicar la mente en calma y el corazón abierto nos ayuda a estar más presentes en nuestro mundo.

Las enseñanzas budistas me traen a casa, a este hermoso y sufrido mundo. Ellas me dejan vislumbrar mi no separación de él. En esos momentos experimento mi interconexión con todo lo que es, y me doy cuenta de que finalmente, no hay necesidad de temer. Ese conocimiento ha sido reforzado por muchas de las personas con las que he trabajado, estudiantes y maestros y organizadores de todas las profesiones y tradiciones de fe.

Sin embargo, también encuentro personas, algunas de ellas budistas, cuyas nociones espirituales les obstaculizan comprometerse con el mundo y darse cuenta del poder que tienen para efectuar cambios. Entre las “trampas espirituales” que reducen el impulso a la acción compasiva, están estas:

El mundo de los fenómenos es una ilusión. Impermanente y hecho de materia, y vale menos que el reino del espíritu. Su sufrimiento y sus demandas son menos reales que el placer y la tranquilidad que se puede encontrar al trascenderlas.

El sufrimiento es una equivocación. El dolor que podemos sentir al abrazar el mundo, puede derivarse de nuestras propias ansias y apego. De acuerdo con esta visión, la liberación del sufrimiento se obtiene al no apegarse al destino de los seres, más que del no apegarse a los asuntos del ego.

Que creamos el mundo unilateralmente por el poder de nuestra mente. Nuestros pensamientos subjetivos dictan la forma que las cosas tomarán. Sufrir por las dificultades del mundo, es un pensamiento negativo. Confrontar los sufrimientos y peligros del mundo sólo crea más conflictos y sufrimientos.

Y el corolario, que el mundo ya es perfecto, si lo vemos espiritualmente. Nos sentimos tan en paz, que el mundo devendrá pacífico sin la necesidad de nuestra acción.

Somos libres, por supuesto, de escapar del sufrimiento del mundo, pero el precio por la comodidad es muy alto. En mi experiencia, el mundo juega un papel muy importante en nuestro despertar. Su descomposición y necesidades nos invitan a salir de nuestro ensimismamiento. Y a medida que hacemos esto, nos aventuramos en el peligro y la incertidumbre a favor de la vida en la tierra, nos esperan descubrimientos.

Estos descubrimientos están simbolizados en el gesto de dos manos, o mudras de Buda. En esculturas y pinturas los podemos ver. Uno es el bhumi sparsha o mudra que toca la tierra y que recuerda el acto que hizo Gautama cuando, al finalizar su vigilia bajo el árbol de Bodhi, fue tentado por Mara. Aquí la arquetípica figura de Mara, que representa el miedo y las distracciones que nos alejan del despertar a la unidad con toda la vida.

Cuando Mara quiso saber quién autorizó a Gautama la búsqueda de cesación del sufrimiento, aquel que estaba convirtiéndose en Buda, silenciosamente toco la tierra. En lugar de ofrecer una credencial personal o un currículum para demostrar su valía en despertar para el beneficio de todos los seres, él tocó la tierra, el suelo donde habitamos. La doctrina central que él enseñará, nuestra coexistencia, la interdependencia con todas las cosas, nos otorga la misma autoridad. Nuestra inseparabilidad de todo lo que es, nos da el poder de actuar en beneficio de todos los seres.

Sostenido por ese profundo entendimiento, aparece el segundo gesto de Buda, que me vuelve a la vida. Este es el abhaya mudra. Con la mano derecha levantada, con la palma hacia el frente, que significa, No Temer. No Temas. Nunca estarás separado de la red de la vida, porque eso es lo que eres.

El gesto es similar al que vi de niña en las películas cuando los nativos de Norte América se saludaban. Te saludo y te enseño mi mano abierta. No cargo armas, no tengas miedo.

Cuando los peligros y las tensiones de este planeta-tiempo parecen difíciles de soportar, estos dos mudras, con todas sus connotaciones, me ayudan a permanecer presente en mi mundo.