Roxana Solórzano de la Parra

Comencé mi camino dentro del estudio del dharma cuando mis hijos eran muy pequeños, estaba atravesando una etapa complicada en mi vida familiar y laboral. Pensaba que tenía todo y a la vez me faltaba todo, mi mente era un caos y no lograba asentarla, entonces no encontraba claridad ni en mis pensamientos y por ende, tampoco en mis acciones.
Me invitaron a una plática de una monja budista australiana llamada Venerable Robina Courtin. Desde hace varios años ella brinda asistencia de tipo espiritual, religiosa y personal a internos de prisiones en EUA, Australia, Gran Bretaña y Marruecos, proporcionando medios tales como libros, textos y demás material sobre la filosofía budista.
En esos momentos de mi vida, las enseñanzas de Robina me hicieron conectar y desear una transformación en mi vida; entendí que mi mente se encontraba “restringida”, “prisionera” de muchas maneras, comenzando por una visión del mundo, de MI mundo, sumamente estrecha, limitada a lo que había aprendido en diferentes ámbitos: Religioso, familiar, social, que asimilaba sin reflexión.
Ese fue tal vez mi primer “momento de lucidez” o como decimos en México: “Me cayó el veinte”.
Esta nueva forma de ver mi vida dio entonces origen a una búsqueda. Me acerqué por primera ocasión a la Comunidad Dharmadatta y me dí cuenta de todos los recursos que nos proporcionan, en línea y en nuestro idioma, valiosísimos.

Comenzar la práctica de la meditación fue y ha sido mi principal “batalla” a ganar, y lo digo así porque estoy convencida que este camino se lleva a cabo día con día, ganando una batalla a la vez, no es ganar “La gran guerra”, es paso a paso, y así, cotidianamente surgen muchas cosas que se deben resolver.
Esto me llevó a analizar cuáles son mis libertades, interiores y exteriores, cuáles son mis herramientas que me acompañarán en este proceso a lo largo de mi vida.
Interiormente: Poseo inteligencia, creatividad, disposición, empatía, capacidad de amar, capacidad de entendimiento.
En el exterior: Cuento con una vivienda cómoda, alimento necesario, una familia que si bien no sigue estas enseñanzas, no le desagrada en absoluto que yo lo haga; medios tecnológicos para poder estudiar desde mi computadora, un grupo de amigos que conocí en el Instituto Budadharma y también en línea, para practicar, para comentar. Vivencias todas que han sido sumamente enriquecedoras.
Y algo sumamente importante, la guía de mis maestras.

En mi diario aprendizaje, sentándome en el cojín y tratando de aquietar mi mente, he tenido muchos retos, no ha sido fácil, ya que pasé del gozo inicial al completo desinterés, al grado de dejar para “después” los minutos en meditación. Y hasta conocí una palabra nueva en mi vocabulario: Procrastinación, el hábito de postergar actividades que sabemos son importantes, a pesar de tener el tiempo para llevarlas a cabo.
Nuevo reto, nueva batalla a vencer, nuevamente acudir a las enseñanzas de la mano de mis maestras.
“Volver a la cueva”, leí en un libro de la maravillosa maestra Jetsunma Tenzin Palmo, ”Una cueva en la nieve”. Procurar crear “mi cueva” fue y aún hoy es un reto interesante.

Comenzando por buscar ese espacio y esa cueva dentro de mis actividades, soy alguien en contínuo movimiento, físico y mental, me “ocupo” y “preocupo” en muchas cosas distintas, así que encontrar el modo de poner pausa o freno, no es fácil. Sin embargo se puede lograr, poniendo empeño en ello. Para mí, las primeras horas de la mañana son las mejores, cuando en casa aún duermen y afuera se vislumbra los primeros rayos de luz, es mi inspiración. Con mis pequeños rituales que incluyen un mini altar a los budas y demás seres iluminados, comienzo mi sesión en el cojín, que dura de 20-30 minutos y la termino siempre dedicando por todos los que me rodean, específicamente menciono a los enfermos, a mis familiares y amigos, a mis maestras y maestros.

Pero la nueva “batalla” es al levantarme del cojín y comenzar el día, porque siempre hay algo que resolver, alguien que se irrita, situaciones que están fuera de mi control. Es ante esto que trato -a veces logro y otras no- de extender mi paz y quietud matutina, de enfocarme en mi respiración cuando lo que pasa afuera es un caos, que puede ser mini o mayúsculo, para mí ha sido importante entender que todo comienza en mi mente, en mi manera de reaccionar a lo que afuera sucede.

Mi camino va de lo burdo a lo sutil, y con esto me refiero a que fuera del cojín procuro llevar mi vida eligiendo lo que sí puedo hacer parte de mi cueva. Un ejemplo: Las personas con quienes interactúo frecuentemente, familia, amigos, gente de mi entorno laboral.
He reflexionado acerca de fomentar entornos armoniosos para así lograr armonía en mí misma. Lo he logrado algunas veces y no es fácil, pero encuentro que cuando una relación me conflictúa es positivo espaciar la frecuencia de esa convivencia; así nos vemos poco pero con gusto.

Nunca antes me había preguntado qué es ser una persona feliz, qué es la felicidad para mí. Antes, de inmediato -en automático- hubiera respondido que la felicidad se obtiene a través de los logros materiales, de los logros profesionales, de los logros sociales. No obstante, ahora puedo responder con certeza que no es así. La felicidad proviene de una paz y una tranquilidad que se obtiene en el interior.

Ahora mismo hay tanto que apreciar, mi casa en este amanecer se encuentra inmersa en sonidos maravillosos, afuera se escucha las aves preparándose para salir a buscar alimento, reconociéndose unas a otra; mi perro comienza su día asomado por la ventana, ladrando con los perros de los alrededores, es su manera particular de hacerse notar; algunos vecinos salen a caminar y otros encienden sus autos para ir al trabajo o a la escuela. En fin, logro percibir los movimientos de la vida y me añado a ellos, me siento parte de este entramado
¿Por qué antes no lo veía todo así?
Me siento parte de un vaivén, sin embargo quiero hacerlo parte desde mi paz y tranquilidad, desde mi aprecio y agradecimiento por esta vida, y tratar de generar un poco más de este mismo sentir para los que me rodean. Sin dar explicaciones, sin querer juzgar a nadie, simplemente con existir y dejar existir. Acudir a dar ayuda si alguien lo solicita, pero no vivir expectante de dar o tal vez corregir.
Una alineación en mi manera de percibir la realidad en lo que me rodea, es lo que he descubierto en cada paso que doy por el dharma, ese querer transformar mis emociones, entendiendo que, en este punto de mi existencia debo transformar y no ignorar.
Una transformación que nace desde la compasión, propia primero, amorosa, sutil. Un querer servir con gozo desde el corazón.
Saludos,

Reseña Biográfica
Mi nombre es Roxana Solórzano de la Parra, vivo en la ciudad de Morelia, México.
Soy bióloga de profesión. Mi esposo Abraham (también biólogo), mi hija Daniela (ingeniera en Biotecnología) y mi hijo Abraham (historiador) conforman mi familia.
Disfruto mucho la naturaleza. Salir a pasear muy temprano a un parque cercano, con mis perros, es una de mis actividades preferidas. También me gusta mucho leer, pertenezco a un círculo de lectura desde hace algunos años.
Estudio budismo desde el año 2007 y soy voluntaria en el Instituto Budadharma desde el 2015.