Lucía Sanguinetti
La motivación que origina este relato es que pueda resultar de beneficio para quien lo lea.
Llegada a mi edad adulta, comencé una búsqueda casi imperceptible, con el objeto de conocerme profundamente y darle un sentido adicional a mi vida, ya que sentía que criar a mis hijos, la vida en pareja y el hogar parecían no ser suficientes, dado que en ese momento surgían nuevas necesidades, nuevas reflexiones que hacían que persistiera ese “vacío”.
Ahí con cuarenta años y mis hijos en edad escolar, intentando explorar nuevos caminos, decidí iniciar mis estudios de Psicología Social. Dado que empecé a percibir lo importante que resultaban los “otros” para mí, me preocupaba qué necesidades pudieran tener y de qué manera podría ayudar.
Incursioné en muchísimas disciplinas que no terminaban por satisfacerme. Era un momento que sentía que me era muy difícil vivir éticamente, en medio de una crisis global a todo nivel: socioeconómico, político, climático y ecológico.
Entonces llegué al budismo, hace cosa de unos quince años.
Al comienzo todo me resultaba extraño, a la vez que se apoderaba de mí una avidez por ir internándome por caminos hasta ese momento desconocidos.
Leía literatura budista, concurría a sesiones de meditación, empecé a participar más asiduamente de las actividades. Tomaba cursos en el Instituto Budadharma.
Comenzaba a ver la vida de otra manera. A verme. Cada día estaba más entusiasmada, aunque no me resultara nada fácil.
Mi práctica se iba afianzando, leía, meditaba. Respiraba conscientemente. Me sentí agradecida por el aire que tenía a mi disposición sin el cual no tendría una vida.
A medida que avanzaba en mi aprendizaje, me daba cuenta de las diferentes emociones que experimentaba, muchas de las cuales me dañaban y dañaban mis relaciones: enojo, miedo, desconfianza. Paralelamente aparecieron ante mi vista las obligaciones impuestas, los mandatos familiares, las angustias. Todo eso estaba allí manejándome la vida. ¡Y no quería eso!
Paulatinamente y con esfuerzo, iban cayendo las diferentes máscaras que había usado siempre para agradar a los demás, para ser lo que mi entorno necesitaba que yo fuera. Para encajar.
Así fue que aprendí a decir “No puedo” sin culpa, a saber que todos llevamos con nosotros una mochila llena de emociones aflictivas, y que podemos convivir amigablemente con ellas.
Paso a paso, me fui alejando de relaciones tóxicas, a la vez que las otras iban mejorando. Podía compartir momentos gratos con mis compañeros de trabajo. El clima en casa mejoró y mejora a cada momento.
Mirando a mi alrededor y participando de actividades con la Comunidad Dharmadatta, con relación al “cuidado del planeta”, fui adquiriendo consciencia ecológica. Hoy soy vegetariana, hago compostaje, separo la basura y tengo una pequeña huerta. Cuido del bosque, de los árboles, arbustos y frutales nativos del lugar donde vivo, y estoy muy atenta a los seres sintientes que lo habitan.
Aunque sé que tengo un largo camino por recorrer, me siento libre. Sé que soy poseedora de esta preciada vida humana y pretendo no perder un segundo, aprovecharla al máximo para crecer en comunidad.
Tuve la fortuna de poder concurrir a varios retiros presenciales, el último en San Luis Potosí. Ello dejó una marcada impronta en mí. Caló hondo en mis profundidades, dejando aparecer mi verdadero ser, el que continúo explorando.
Nunca me importó si el budismo era una religión, una filosofía o una forma de vida. Tengo muy claro que es mi camino. Siento que he llegado a casa.
La práctica me trajo innumerables amigas/os por todo el mundo, eso me hace sentir plenamente la interdependencia. Vivo esta Comunidad como un gran panal de abejas. Todas haciendo alguna cosilla para que todas y todos podamos sorber el néctar del Dharma”.
Reseña biográfica:
Mi nombre es Lucía Sanguinetti, tengo 72 años, soy nacida en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Casada, con cuatro hijos propios y cuatro más formando una hermosa familia ensamblada. Completé mis estudios de Psicología Social, los que apliqué trabajando en el área clínica y también como selectora de personal en diferentes empresas. Las vueltas de la vida nos llevaron a vivir en Villa la Angostura, en la Patagonia y ahí residimos hace veinticuatro años. Estoy cursando el Programa de Formación en el Instituto Budadharma -G22-. Hoy estoy retirada de la actividad remunerada. Colaboro como voluntaria en la Comunidad Dharmadatta, desde el año 2021 en diferentes sectores y recientemente en el Instituto Budhadarma.
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