De Argentina, España, Colombia, Venezuela, Brasil, Puerto Rico y México, llegamos noventa participantes al centro de retiro en Tepoztlán, con nuestro equipaje lleno de preguntas, de inquietudes y de sueños. Todos con una determinación intensa de entender y replantear nuestra vida, animados por el aire fresco del lugar, el vasto horizonte azul del cielo y las aguas vivificadoras del Dharma.

Compartimos nueve días reflexionando y meditando sobre cómo enfrentar las experiencias difíciles y dolorosas en nuestra historia personal. Cómo relacionarnos con ellas de una manera diferente, con una mente despierta y amplia, para poder comprender qué son, cómo manejarlas y cómo aprovecharlas para desarrollar las cualidades que le dan sentido a nuestra vida.

Fuimos acercándonos paso a paso a los puntos vulnerables dentro de nosotros, y logramos ver y tocar las partes lastimadas, retirando capas de confusión, de miedo, de ira, hasta llegar al fondo y reemerger con el corazón suave y húmedo de comprensión por uno mismo y por otros.

Una premisa que tomamos para el trabajo personal en este retiro, fue el hecho de que tal como somos en este momento, tenemos capacidades que no estamos aprovechando. Hay un profundo malentendido acerca de lo que somos y del modo en que creamos nuestras experiencias en la vida, al grado de que solemos identificarnos con lo que nos duele y lo que nos limita, en lugar de identificarnos con nuestra capacidad para resolverlo, o transformarlo en una experiencia sabia.

El tonglen (en tibetano tomar y dar), método de adiestramiento mental que estudiamos y practicamos durante este retiro, nos permite acceder a nuestras cualidades y activar nuestro potencial ilimitado de crecimiento. Durante estos días en Tepoztlán, bajo la guía de Venerable Damcho, pudimos ver y sentir en nuestra propia experiencia cómo funciona esta práctica, aplicándola tanto a nuestra propia situación como a las de otros que están viviendo experiencias similares.

En lugar de tratar de rechazar lo que nos parece indeseable y atraer lo que consideramos benéfico, empezamos a aplicar la lógica de este entrenamiento consciente –que va completamente contra la corriente–, inhalando todo lo negativo, dejando que se disipe en la luminosidad brillante en nuestro interior, y exhalando todo lo positivo hacia el mundo, hacia los otros y hacia las partes cerradas y dolidas de nosotros mismos. Empezamos a ver que con la práctica de tonglen sabemos qué hacer aun ante las situaciones más complicadas; aprendimos a conectar de manera viva con el dolor y a abrir el corazón para que quepa tanto el sufrimiento como lo que lo alivia: la generosidad, la empatía, la ecuanimidad y la confianza en nosotros mismos y en el potencial humano.