Una joven participante comparte aquí su experiencia en este taller.
Dicen que una vez que te pones las gafas violetas… ya no te las puedes quitar. Algunas personas llegamos con ellas puestas este fin de semana, y otras más nos compartieron que ya no se las van a poder quitar.
Estas gafas y su color representan la lucha de mujeres que se atrevieron a pensar, a cuestionar para que no fueran de unos los privilegios, mientras otras se relegaban a lo privado, a lo callado, a lo frágil. Notar el cómo nos dice la historia, nuestra cultura, nuestra familia y nosotras/os mismas/os cómo “debemos de ser” hombres o mujeres, y atrevernos a proponer formas distintas de sentirnos, pensarnos y vivirnos, es “hacer de este mundo un lugar en el que quepan todos los mundos”.
Unir al feminismo y al budismo no ha sido una tarea fácil para mí ni para las 90 personas que asistimos a este retiro de “Budismo, identidad y género”. Estábamos compartiendo y reflexionando personas de distintas edades, de México y otros países de Latinoamérica, en su mayoría mujeres, contando con la asistencia de 5 hombres en el grupo. La estrategia de separarnos por edades, desde los 15 años en adelante, nos ayudó a sentirnos comprendidas/os y acompañadas/os en el proceso de introspección y reflexión que tuvimos durante este fin de semana.
“¿Por qué es tan importante dividir y regular los géneros?”, nos invitaba a preguntarnos la Venerable Damcho. Las expectativas que nos imponen, y que nos imponemos, de cumplir con ciertos roles de género nos generan sufrimiento. Hay que cuestionarlos para poder romper con la ignorancia y el sufrimiento, que no llevan a otra cosa que a dividirnos entre lxs que están bien y lxs que no lo están, entre lxs que son normales y lxs que no lo son, y nos llevan al rechazo social y al autorechazo.
Lo bueno se pone cuando nos damos cuenta de que esta división promueve una desigualdad en la que unxs están sobre otrxs. Y esto se traduce en que unas nos sintamos más inseguras de caminar en la calle, que otrxs no se atrevan a compartir que están enamoradxs de una persona de su mismo género, que nos violentemos por sentir impotencia ante un “NO”, que no nos permitamos sentir y expresarnos para no mostrarnos vulnerables ante las demás personas.
Esto y más es consecuencia de las interpretaciones dualistas y absolutistas de la realidad. En este contexto, Venerable Damcho nos plantea entre otras estrategias la ecuanimidad y la compasión como herramientas:
- Seguimos siendo seres humanos, a pesar de las divisiones binarias de género.
- Somos diversxs, y es necesaria la diversidad.
- Nos merecemos reconocernos como seres completos, poseyendo cada persona todas las cualidades que se atribuyen a cada uno de ambos géneros.
- Cuando unx sufre, sufrimos todxs.
Atrevámonos a cuestionar los cajones de género en vez de preocuparnos por caber en ellos, a descubrir que podemos contactar con todas nuestras emociones, que tenemos posibilidades de fortalecer en nosotrxs una serie de cualidades amplias y diversas; cambiemos nuestra manera de interactuar para que cambie nuestro contexto.
Cynthia Zárate Lazcano