Hoy recuperándome de un viaje algo largo y turbulento (San Luis Potosí – Houston – San Juan, justo pos-Patricia) fui en la mañana a saludar a mi madre caribeña, el mar. Caminando sola por la playa, surgió un gran anhelo de poder compartir la experiencia con todos los amigos en otros lugares a quienes les haría tanto bien como a mi me hace al respirar el aliento del mar, tocar la arena, escuchar sus suspiros continuos, y así recibir sus enseñanzas vivenciales de la impermanencia, la interdependencia, del poder de la persistencia – justo la enseñanza que uno necesita en el momento.

Y justo me di cuenta que tenía una cámara en mi bolsa, y sí lo puedo hacer. Por lo tanto, con la aspiración que les llega al corazón, a los pulmones, al ser, les comparto aquí un momento corto con el mar.