Al planear y decidir acudir al retiro no tenía idea, en su gran dimensión, de lo que este retiro iba a significar en mi vida. Si, suponía que no iba a ser sencillo, tres meses en retiro con largos periodos de silencio y en compañía de personas casi todas desconocidas, me hacían suponer que el trabajo no sería fácil. Sin embargo, a lo largo del retiro me di cuenta, que estas condiciones externas, si bien eran importantes no eran lo que hacían de este retiro algo tan complejo y profundo, era el ambiente de mi interior, era el trabajo que conmigo misma estaría realizando en el día a día. Poco a poco, conforme fuimos trabajando a mayor grado de profundidad y con sesiones más intensas, fui dándome cuenta que lo que estaba sucediendo, era un intenso y muy profundo proceso de rastreo a mi mente, a mi vida a lo largo de lo que recuerdo y seguramente también de lo que no recordaba. Fuimos entrando paulatinamente en esa gran caverna de nuestro interior, develando acciones, palabras, pensamientos, sensaciones y emociones muy profundas que han regido mi vida a lo largo de muchas décadas. Navegue a lo largo de mi infancia, mi juventud y mi edad adulta, reconociendo y arrepintiéndome, desde el fondo de mi corazón, de acciones que causaron gran sufrimiento a personas cercanas, no tan cercanas y a mi misma. Trate de reconocer, de darme cuenta, de generar un nuevo punto de partida, planteándome un nuevo principio desde donde ir construyendo a una nueva Zuany. El retiro transformó mi vida, se destaparon condiciones que habían sido cubiertas con lodo y paja, y ahora estaban ahí frente a mi, había que hacer algo al respecto y me dio la fuerza para hacerlo. Me hizo darme cuenta de la bondad y amor que esta en mi interior y que puedo expresar sin temor al juicio y el desencanto.
Algo fundamental es que no esta sola, estaba trabajando, hombro a hombro, con hermanos en el Dharma, juntos estábamos construyendo esta experiencia, guiados amorosamente por las bondadosas monjas de la comunidad Dharmadatta y bajo la dirección de nuestra querida maestra Ven. Damchö. Esto nos dio fortaleza para concluir todos hasta el último día, aunque en diversos momentos mi mente quería huir, varias veces me pregunte ¿qué hago aquí? Pero el grupo, el amor de las monjas y la sabiduría de Damchö fueron las anclas que me mantuvieron firme hasta el final, agradezco desde el fondo de mi corazón haber tenido la oportunidad de estar ahí de la mano con todos ellos.