Marcos Amaro Martínez
Recordando, siento cómo el aire tibio arrastra el aroma de esas noches. Recuerdo mis pensamientos como pasos en agua que van marcando las ondas que nunca acaban. La brisa envuelve mi cuerpo y respiro aquel instante, siento aquella forma del tiempo en la que hay contemplación. En donde el tiempo se parece más al agua…Retrocedo la mirada, observo y me pregunto, ¿Cómo podré volverme brisa? ¿Cómo podré volverme más agua, más aire, más tierra, más fuego?
El tiempo no es lineal dice el Buda. Y junto con ello nos muestra el camino de la compasión donde la esencia de cada ser, resuena, resuena para quienes aún podemos e intentamos oír qué nos dicen.
El retiro llegó como una flecha que lanzó el Buda del pasado a Chile. Eso me gusta imaginar al buscar una explicación al hecho de que las enseñanzas hayan llegado a este rincón del mundo.
El viento desplazó las semillas necesarias para que un grupo de personas se reuniera para hacer el trabajo de mirar.
Mirar qué hay dentro de nuestros corazones y de qué manera estamos enfrentando al mundo.
“Soy lo que hago con lo que hicieron de mí” (J.P. Sartre) es una frase que vuelve a mi cabeza de forma constante. Tomar la vida con fuerza. Romper la inercia y atreverse a mirar.
Tomar la parte que me (nos) corresponde al existir en el ciclo de la vida. Que en esta oportunidad es en este mundo y su entorno natural, donde sus ciclos han sido en gran parte detenidos, rotos o perturbados por la gran confusión que existe en la relación de dominación con la naturaleza.
Parar para ver si escucho el llanto de los árboles, el rugido de la tierra, el grito del planeta.
Como es afuera es adentro.
Parar
Hay melodías que no podría olvidar…
El sufrimiento se alivia cuando se comparte… y tiene la fuerza de un volcán, pero se aquieta.
Sabía que yo era lo más parecido a un volcán. Veía, veo (trabajo en proceso) mi sufrimiento con egoísmo y rabia. Es mío y de nadie más.
Las ideas (prácticas) de verme separado del mundo, la figura monolítica que armé de mí mismo y las operaciones estructurales del sistema, me hacían (hacen) quedarme en el lugar de la separación.
Soy un joven de 33 años, transgénero, que trabaja planchando ropa en una lavandería, en la cima de un cerro de una ciudad perdida en medio del último rincón del mundo. En el fondo, nadie soy. Pero ese “nadie” es todo lo que soy.
Con mucho esfuerzo por navegar dentro de mis propias aguas a contracorriente, la resistencia fue aflojando y, al destensarme, nuevas aguas llegaron. La tierra trabajada con el tiempo, esa tierra que habita en mi corazón, había dado un fruto…
La felicidad aumenta cuando se comparte.
El aire que respiro tiene que ver con todo.
Compartimos un ciclo vital. Intercambiamos oxígeno por dióxido de carbono, éste nos lo dan las plantas. Si ellas se enferman, si mueren o si se interviene este proceso, lo mismo ocurre en mí. Por eso me volví brisa, me volví mar, nube, lagartija, montaña.
No quiero olvidar sus nombres.
El dolor y el sufrimiento están dentro de mí. Voy a morar junto a quienes lo experimenten.
La felicidad aumenta cuando se comparte.
La felicidad aumenta cuando se comparte.
La felicidad aumenta cuando se comparte.
Sus sonrisas y expresiones de cariño.
Su apertura para afectarse.
Los carismas y sus formas distintas.
Los misterios y los enigmas.
El amor y el dolor.
Todo parte de un mismo ciclo.
Lo dulce y lo amargo. Así vamos, gota a gota, nube a nube, ola a ola, semilla a semilla, colaborando a reverdecer los bosques de nuestros corazones.
Valparaíso, Chile.
2025
Reseña Biográfica
Marcos Amaro creció en Santa Julia, una localidad de Viña del Mar Alto en Chile. Al ser un lugar poco urbanizado hasta ese momento, pudo explorar desde cerca su pasión por los animales, en particular por los perros y el mundo natural. Desde muy pequeño mostró una gran curiosidad por el mundo. Con una mirada inquietante y con una sed por absorber lo que más pudiera, comenzó a leer lo que encontraba y a escribir sobre lo que observaba a su alrededor.
Recuerda que durante su adolescencia leyó un poema de William Blake, “El tigre”, tanto caló su espíritu que le pidió a su hermana mayor, quien tiene una hermosa caligrafía, que lo escribiera en una gran cartulina de papel, para llevarlo a su escuela y pegarlo en una muralla y que así toda la clase pudiera conocerlo.
Al cumplir 18 años cursó la carrera de Pedagogía en Castellano en la universidad de Playa Ancha, y se desempeñó como profesor de Lenguaje y Comunicación por un tiempo. Sin embargo, las estructuras académicas no le acomodaban, por lo que decidió independizarse con la pedagogía y desarrolló talleres autónomos de género y sexualidad para adolescentes, pensamiento y pedagogía crítica, en centros comunitarios, escuelas y juntas de vecinos.
Su amor por los deportes surgió desde muy pequeño, le encantaba ver los juegos olímpicos y emocionarse con las acrobacias voladoras de los competidores. En la pre-adolescencia estuvo en el club de gimnasia de su escuela y luego de forma independiente exploró distintas disciplinas corporales, hasta llegar a su máximo descubrimiento y pasión, el kalaripayattu, arte marcial del sur de la India, que practica de forma constante desde hace 7 años.
Actualmente vive en las alturas de los cerros de Valparaíso con sus siete amores, seis peludos y su compañerx de vida. Mantiene la convicción de viajar a entrenar con los maestros en India y que haya kalari en muchos lugares, para todas las edades y cuerpos. Además, como amante de los animales cree que su familia perruna seguirá creciendo.


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