Por Leslie Serna, columnista invitada

En la realidad convencional, es decir aquella que percibimos como producto de nuestros velos mentales, las cualidades humanas están divididas en femeninas y masculinas. Además, lo femenino se atribuye a quienes tienen cuerpo de mujer, y lo masculino a quienes tienen cuerpo de hombre. A las primeras se supone corresponden características como la bondad, la empatía, la belleza, la emocionalidad, la subjetividad, la indecisión, el dominio de lo privado, entre otras. A los segundos se supone corresponden características como la fuerza, la autoconfianza, la racionalidad, la objetividad, el éxito en el espacio público, etc.

La experiencia que vivimos actualmente en el mundo, la pandemia del Covid-19, nos ha dado una buena lección, en el campo de las políticas públicas mundiales, de que estas atribuciones binarias son completamente ridículas y falsas.

En días pasados, Avivah Wittenberg-Cox, especialista global en liderazgo y género, publicó un artículo en la revista Forbes, en el que lanza algunas reflexiones a partir de una pregunta: ¿Qué tienen en común los países con las mejores respuestas de coronavirus?, y de una respuesta: Líderes mujeres.

En el análisis de esta autora se hace referencia a siete naciones lideradas por mujeres, cuyos indicadores de contagio y mortandad se encuentran muy por debajo de otros países: Alemania, Taiwan, Nueva Zelanda, Islandia, Finlandia, Noruega, Dinamarca.

El artículo toma como pretexto los buenos resultados en estos países para mencionar cuatro rasgos que, a su juicio, han marcado la forma de afrontar el problema por parte de estas líderes: hablar con la verdad, tomar decisiones rápidas y efectivas, aprovechar la tecnología de forma inteligente y mostrar amor.

Hablar con la verdad es el primer rasgo que Wittenberg-Cox destaca, y para ello pone como ejemplo a Angela Merkel, la canciller de Alemania, quien fue la primera jefa de gobierno que le habló claramente a la nación, sin tratar de maquillar la situación para hacerla más presentable. Ella retomó con claridad, lo que los científicos venían diciendo: se podría infectar hasta el 70% de la población, por lo que la situación se planteó desde el incio como “grave», y como una que debía «tomarse en serio».

La realidad es que asociamos política con mentira, y hasta llegamos a verlo como algo natural. Merkel ha sido aplaudida en el concierto mundial justamente por este rasgo, porque ha demostrado que la verdad en boca de una persona dedicada a la política no solo es deseable y posible, sino que, sobre todo, es de gran beneficio para enfrentar una situación difícil.

Tomar decisiones rápidas y efectivas es el segundo rasgo mencionado. En este caso, la autora menciona a Tsai Ing-wen (Taiwán) y a Jacinda Ardern (Nueva Zelanda), quienes se caracterizaron por su capacidad de respuesta inmediata. Con políticas diferentes, en lo que coincidieron es en lo temprano que las formularon y la firmeza con que las aplicaron, cuando apenas se habían detectado unos propios casos. Tsai ha sido calificada como una de las líderes que mejor ha respondido, manteniendo la epidemia bajo control y con un número muy bajo de fallecimientos. Por su lado Ardern también mantiene a su país con muy pocas muertes y de hecho, en los últimos días, ha tomado notoriedad mundial porque su país ha eliminado, prácticamente, el contagio de Covid-19. Ella, sin embargo, ha sido cautelosa en la forma cómo propone ir retomando las actividades.

Titubear ante una situación de extrema dificultad, o peor aún negarla como hicieron varios presidentes en el mundo, ha tenido pésimas consecuencias de salud cobrándose vidas que se hubieran podido salvar si se hubiera actuado con la claridad y determinación que Ing-wen y Ardern han mostrado. Parece que a ellas les ha importado eso, salvar vidas, más que proyectar una falsa sensación de normalidad.

Aprovechar la tecnología es el tercer rasgo, y en este caso la autora menciona a Katrín Jakobsdóttir (Islandia), Sanna Marin (Finlandia). La primera se ha distinguido por el uso de pruebas masivas a la población y el seguimiento puntual de las personas, mientras que la segunda ha sabido aprovechar las redes sociales para comunicar mensajes efectivos a la población. Reconociendo que no todos leen la prensa, está invitando a personas influyentes de cualquier edad a difundir información basada en hechos sobre el manejo de la pandemia.

La ciencia y tecnología son campos en los que las mujeres han hecho múltiples aportaciones. De hecho, un buen número de ellas son quienes han hecho posible la existencia de internet, como la científica Radia Perlman, y muchas más. Por otro lado, un buen número de mujeres participa en las investigaciones científicas cobre Covid-19, como la Dra. Kizzmekia S. Corbett, que lidera uno de los equipos en búsqueda de una vacuna.

El amor es el cuarto rasgo mencionado, y aquí la autora se refiere a Erna Solberg (Noruega), quien tuvo una conferencia de prensa sin adultos, respondiendo solo las preguntas de los niños y niñas, explicándoles por qué no está mal sentir temor.

El amor no solo es una emoción para el disfrute y los cuidados en la esfera privada. Debería ser lo que mueve a los tomadores de decisiones; debiera ser la motivación de las decisiones en el ámbito de lo público, de la política, de las tareas legislativas, de las políticas que deciden las mujeres y hombres de Estado.

Como conclusión podemos decir que la realidad relativa se puede transformar, que esas características que atribuimos a unas y otros son cualidades humanas que todos podemos cultivar, y que sería deseable que el mundo que emerja de la pandemia sea capaz de integrar la verdad, el amor, la ciencia y la tecnología y los liderazgos enfocados en salvar vidas.

por Leslie Serna, columnista invitada.

Imagen: Mohamed Mahmoud Hassan utilizada bajo una licencia CC0 1.0 Universal (CC0 1.0) Public Domain Dedication recuperada de Public Domain Pictures