Dejamos finalmente Kathmandú, con una sensación de tristeza por alejarnos de nuestros amigos de Nepal y con la determinación de no dejar atrás los vínculos que surgieron en medio de los sismos. Esa misma noche llegamos a la atmósfera cálida que Mary Catherine y Richard, dos amigos norteamericanos en Delhi, nos están ofreciendo con su alegría desbordante, dándonos asilo en su casa.

Con el “entrenamiento” que traemos de los campamentos al aire libre en Kathmandú, nos sentimos completamente cómodas aun cuando hemos invadido las habitaciones con maletas, mochilas y demás equipaje que cargamos desde nuestra última salida de India hace cuatro meses.

Nuestros amigos nos ofrecen todo con sonrisas enormes; abrazos y comida deliciosa preparada para recibirnos. Aunque están agotados por días de trabajo intenso –son maestros en la escuela de la Embajada Norteamericana (AIS) y están en fin de cursos– nos ofrecen también su tiempo para escuchar lo que hemos visto y para compartir lo que ellos han vivido en circunstancias semejantes a través de décadas de vivir en distintos lugares del mundo.

Esa primera noche en Delhi notamos cuanto estrés traíamos, cuando sentimos alivio de poder dormir sin la ropa de calle puesta, sin la bolsa con pasaporte y cosas personales pegada todo el tiempo al cuerpo, y los zapatos y los lentes a la mano para salir rápidamente hacia algún lugar seguro. Habíamos perdido la sensación de seguridad al estar dentro de algún edificio, así que al entrar a este buscamos con la mirada, inconscientemente, los lugares de salida.

A la mañana siguiente llegó a la casa Ollie Finnegan, de cuatro días de nacido, en los brazos de Tom, su papá, y Angie su mamá. Maestros también, amigos de Mary Catherine y Richard, miembros de “La Sangha” (un grupo que invita a Venerable Damchö a dar pláticas cuando pasa por Delhi), Tom y Angie llegaron buscando asilo. Recién salidos del hospital con Ollie, al llegar a su casa encontraron una invasión de ratas que por los efectos del sismo –se sintió también en Delhi–, abrieron camino por el techo y se instalaron dentro de la casa en la ausencia de la familia.

Ya teníamos cita con Angie y Tom para compartir con ellos la práctica de Tara; queríamos recibir sus bendiciones para el inicio de la vida de Ollie y el camino de ellos como mamá y papá, felices de estar con nosotras durante esta práctica. La cita inicialmente era en la casa de ellos pero la presencia inesperada de las ratas hizo que nos encontráramos, como en nuestros tiempos de campamento en Kathmandú, compartiendo todos el departamento de Catherine y Richard. Ellos ofrecieron este espacio a Tom y Angy ante esa situación de emergencia, y porque además Olly presentó un cuadro de ictericia y necesita recibir la luz del sol, que como todo lo que es cálido también abunda en esta casa.