Por Carolina Estudillo, practicante de dharma y Directora del santuario de aves “El Nido”

 

Los animales tienen una profunda medicina para nuestra psique. Voltear la mirada hacia otras formas de vida nos lleva a comprendernos con mayor amplitud, contemplar a los animales y sus entornos automáticamente nos da un respiro y si somos lo suficientemente delicados, recibiremos sus enseñanzas. No estamos aislados y su compañía es profundamente alegre. Muchas personas han expresado que la presencia cercana de sus amigos perros o gatos, ha sido el factor principal para evitar que el ánimo en esta cuarentena decaiga. Nuestros amigos animales viven el presente, se contentan y divierten con muy poco, atesoran el cariño, a la menor oportunidad juegan, mueven la cola en señal de entusiasmo o amistad, o si se trata de pájaros, cantan sin más. Su presencia cercana logra muy fácilmente que no nos reciclemos en nuestras propias angustias.

 

El sufrimiento y el bienestar son fenómenos que responden a causas y condiciones. Sin embargo ,rara vez nos detenemos a observarlas, más bien, nos hemos familiarizado en demasía con una visión cortoplacista que es capaz sólo de poner atención en los efectos, como si estos surgieran sin razón aparente, o por arte de magia u obra divina. Así muy pronto, nos sentimos confundidos,  avasallados y a veces victimizados si se trata de algún padecimiento. Cuando se trata de bienestar, simplemente lo damos por hecho, por sentado y no nos detenemos demasiado en apreciarlo, en valorarlo, cuidarlo y agradecerlo.

De este modo nuestra percepción reducida nos acarrea sufrimiento agregado (confusión, temor, ansiedad) o falta de gozo, entusiasmo y cuidado ante lo que tenemos de gran valor: como la vida, los entornos naturales o los compañeros de planeta, los animales y su gran diversidad marina, selvática boscosa, etcétera.  Los grandes olvidados por la raza humana, quienes llegaron mucho antes que nosotros al planeta por razones evolutivas.

La lógica de la vida en el planeta se constituye de la interconexión de todos los seres, tanto vivos (humanos, animales y vegetales) como no vivos (los cuatro elementos). Dicha interconexión forma la red biótica planetaria que es un sistema inmensamente complejo. Dicha complejidad se advierte cuando se presenta una mínima alteración en los vínculos de la red pues generan consecuencias graves. Es decir, todos y todo tienen una función clave en los constituyentes de la red para conservar la vida en la forma en que la conocemos.

Aunque aprendimos en la escuela que toda materia orgánica inerte o animada, está compuesta de Carbono, Hidrógeno, Oxígeno, Nitrógeno y Azufre, (CHONS) desde las estrellas hasta las ballenas, vivimos ignorándolo activamente, creyéndonos separados, distintos, y peor aún, los dueños de todo y de todos los seres no humanos. La ignorancia activa, tiene costos, a veces muy altos como el que nos aqueja en esta época de pandemia.

Es consabido en las áreas científicas médicas y biológicas, que los virus -material genético que necesita de células para reproducirse- actúan mediante tropismos específicos. Es decir, tienen una adaptación a ciertas células de especies determinadas. Así, por ejemplo, reconocemos enfermedades causadas por virus particulares de cada especie, como el “moquillo” o “parvovirus” en los perros.

Se ha advertido en los círculos científicos que el virus SARS-CoV2 tiene su origen en pangolines y murciélagos y que su insólita mutación se debió al trato cruel, inhumano y degradante hacia ellos y otros animales, extraídos de sus medios naturales, para comercializar su carne, hacinados en condiciones completamente insalubres provenientes de medios naturales muy diversos y ajenos entre si, dañando gravemente las barreras protectoras naturales que evitaban dicha mutación, provocando la zoonosis (el contagio de virus animales a humanos).

Así y de forma clara y resumida, retomando las palabras de la reconocida Dra. Jane Goodall, “la destrucción de la naturaleza y falta de respeto hacia los animales con los que compartimos el planeta, es lo que ha causado esta pandemia.”

La comunidad científica y los grandes naturalistas en esta época, no hacen más que  corroborar lo que El Buda hace más de 2000 años explicó: “la causa raíz de las pandemias es la matanza y explotación hacia los animales”

La buena noticia es que al ser la especie humana la principal causante de este desequilibrio, podemos revertirlo al reconocer nuestros graves errores. Los animales y los ecosistemas no son recursos de explotación ilimitada, son nuestros compañeros de planeta y nuestra casa común. ¿Qué sería la vida sin los cantos de las aves alrededor nuestro? ¿o sin contar más con los bosques y las selvas?

Un fenómeno elocuente en esta época donde nos vimos obligados al confinamiento en nuestras casas,fue la expresión de libertad y seguridad que los animales mostraron. En las bahías se avistaban ballenas y delfines que en tiempos de presencia humana normalizada, eran imposibles de ver; osos y pumas salían de sus hábitats a pasearse por las ciudades con tranquilidad nunca antes vista. ¿Qué nos están diciendo? tal vez que no hemos aprendido a respetarlos, a cuidarlos y que al no reconocer nuestros vínculos con ellos, estamos destruyendo las condiciones de vida en nuestra casa común. Pareciera que asumimos una visión muy torpe y limitada, que podría expresarse: “o los animales o nosotros”, cuando todo nos indica lo inverso: Los animales, el entorno y los humanos estamos profundamente unidos. La partícula excluyente “o”, no debe indicar la categoría de relación, por falsa y dañina.

Así, este tiempo es de grandes aprendizajes y de grandes reconciliaciones.

El antídoto eficaz sólo es aquél que resuelve la causa raíz de los fenómenos dolorosos. En términos budistas es la generación de karma colectivo positivo, directamente opuesto al efecto que no queremos repetir y necesitamos resarcir como fruto de nuestro aprendizaje: Promover y realizar tanto como nos sea posible, acompañados del mayor número de personas, acciones de cuidado animal, de compasión y de generosidad hacia ellos.

Un cambio radical de conciencia que nos lleve a apreciar de corazón nuestra casa común, los ecosistemas, el medio ambiente a través de infinidad de prácticas responsables, como por ejemplo, reducir nuestro consumo de carne (la producción de carne de res genera un impacto ambiental muy profundo, debido a las extensiones de pastizal necesarias para alimentarlos -cuando éstas no viven en hacinamiento- dando como resultado miles de hectáreas deforestadas o bien, tratos crueles. Reducir o mejor aún, eliminar nuestro consumo de carne es una acción consciente y solidaria.

Se trata de empatizar, de ampliar nuestro corazón, abarcando a los compañeros de planeta que no tienen voz, ante quienes los marcos éticos no toman en cuenta, ni tienen acciones legales que ejercitar en su defensa.

Si hiciéramos un ejercicio imaginativo, y concibiéramos a los animales capaces de entablar un juicio contra los humanos, por explotarlos sistemáticamente en industrias, hacinarlos, alterarlos genéticamente, lastimarlos y matarlos para comernos su carne, ¿qué argumentos tendríamos en nuestra defensa?

  • “Necesito comer tu carne para poder obtener proteínas necesarias para sustentar mi vida y mi salud”
  • “Hay otras fuentes de proteína vegetal, como la mezcla de granos de arroz con lenteja o maíz y frijol”
  • “¿Podemos prescindir de los nutrientes de tu carne?”
  • “¡Si!”
  • “Pero es que cuando no como carne, siento insatisfacción”
  • “Eso solo es una creencia basada en hábitos”
  • Mmmmhhh…. Bueno, la verdad es que te como porque ¡sabes rico!…
  • Fin.

 Pensemos, ¿cinco segundos de placer, en cuatro centímetros cúbicos, justifica una vida?

¿Qué acciones y medidas sabias, responsables podemos tomar todos para erradicar el sufrimiento animal y la conservación del medio ambiente?

De lo que se trata es de aumentar la consciencia y el corazón hacia los grandes ignorados por nuestra especie humana y generar con creatividad formas de subsistencia benéfica para todos, los humanos, los animales y nuestra casa común, el medio ambiente.

Las personas que por alguna condición médica, o por edades tempranas o avanzadas, no puedan prescindir de la carne animal (res, puerco, pollo o pescado), obviamente no se encuentran en el supuesto imaginario planteado en párrafos anteriores, ya que no lo hacen solo por “el sabor”. Sin embargo, la esencia planteada es buscar activamente nuevas formas de convivencia, cuidado, respeto, protección animal y una forma de vida responsable hacia nuestros entonos.

En una idea, se trata de VIVIR EN LA INTERCONEXIÓN DE MODO CONSCIENTE.