Esta vez queremos recomendar, a través de nuestro blog la lectura de la entrevista a Paula Merelo, autora del libro “Adultos vulnerados en la iglesia católica”, pues nos parece que toca temas que son de interés para las y los practicantes de todas las religiones.
La entrevista, realizada por la periodista española Lala Franco, se centra en los adultos vulnerados en la Iglesia y explora quiénes son las víctimas y cómo se produce el abuso. Se destaca que una víctima adulta es una persona mayor de 18 años que experimenta abuso dentro de relaciones asimétricas de poder, como las que existen con figuras de autoridad en la Iglesia, como párrocos, superiores religiosos, formadores y directores espirituales.
Aunque se presupone que las relaciones entre adultos implican consentimiento, el abuso ocurre debido a la desigualdad de poder y la responsabilidad del cuidado que recae en la persona en una posición de autoridad. El abuso no siempre implica agresión física, sino que puede manifestarse a través de relaciones manipuladoras y coercitivas, donde se utiliza el lenguaje religioso y el poder espiritual para generar una situación que lleva al abuso.
El término “adultos vulnerados” se utiliza en contraposición al Código de Derecho Canónico, que solo reconoce los abusos a adultos vulnerables con problemas físicos o psíquicos equiparables a los menores. La entrevistada señala que todos somos adultos vulnerables y que el abuso ocurre porque hay agresores que toman la decisión de agredir, no porque la víctima tenga características que propicien la agresión.
En el caso del abuso sexual hacia adultos en la Iglesia, este se ve precedido por abusos de conciencia, espirituales y de poder. Los abusadores a menudo son personas de prestigio y habilidades sociales, incluidos acompañantes espirituales, oradores y profesores. La presencia de narcisismo y un sentido de centralidad del yo en los agresores facilita la asimetría en las relaciones y aumenta el riesgo de abuso.
El mecanismo del abuso comienza con un proceso de cortejo o “grooming”, donde el agresor establece una relación de dependencia con la víctima, aprovechando momentos difíciles o delicados en su vida. La víctima se encuentra en una maraña emocional y puede tener dificultades para reconocer que alguien en quien confía está dañándola. El agresor a menudo culpa a la víctima y juega con el miedo de que nadie le creerá si cuenta lo sucedido. La negación y la dependencia afectiva dificultan la denuncia y perpetúan el secreto y la culpabilidad.
No se dispone de datos precisos sobre la cantidad de casos denunciados, pero estudios sugieren que los abusos a adultos en la Iglesia son más frecuentes que los abusos a menores. Sin embargo, el tabú sexual, la vergüenza y la revictimización impiden que muchas víctimas denuncien. Las víctimas que se animan a denunciar a menudo encuentran resistencia y corporativismo en la Iglesia, lo que las lleva a recurrir a los medios de comunicación. La falta de conocimiento del Derecho Canónico y una interpretación de la ley a favor del victimario y la institución contribuyen a la falta de creencia y apoyo a las víctimas.
El artículo destaca la importancia de escuchar, acoger y no herir a las víctimas, así como reconocer y abordar el sufrimiento que han experimentado. Se menciona que la respuesta actual de la Iglesia, incluyendo protocolos y mejoras en los procesos de selección y formación, puede ayudar a reducir los casos de abuso, pero no se espera que desaparezcan por completo. Sin embargo, es crucial cambiar la forma en que se trata a las víctimas y romper la cultura del encubrimiento para prevenir la repetición de estos actos atroces.
Puedes leer toda la entrevista aquí: https://alandar.org/abusos/todo-abuso-sexual-en-la-iglesia-viene-precedido-de-un-abuso-de-poder-y-de-un-abuso-espiritual-y-de-conciencia-%EF%BF%BC/